El 31 de mayo marcó el regreso de Roman Vasiliovich Gorilyk, un controlador senior de la planta nuclear de Chernobyl, a Ucrania tras un intercambio de prisioneros. Las imágenes de Gorilyk, visiblemente demacrado y con signos de maltrato, evidencian los dos años de condiciones inhumanas que sufrió bajo la captividad rusa. Él es uno de los 74 prisioneros liberados en este intercambio, y su historia ha emergido como un poderoso símbolo de la brutalidad del régimen de Vladimir Putin.
Violaciones de derechos humanos en el conflicto ruso-ucraniano
La situación de Gorilyk y sus compañeros destaca las graves violaciones de los derechos humanos cometidas por Rusia en el contexto del conflicto con Ucrania. Los relatos de tortura y maltrato no solo revelan el sufrimiento de los prisioneros, sino que también subrayan la necesidad urgente de una acción internacional para garantizar el cumplimiento de los Convenios de Ginebra y proteger la dignidad humana en tiempos de guerra.